miércoles, 20 de diciembre de 2006

Apostando

Si alguien hubiera tenido la oportunidad habría visto a cuatro personas, sentadas en una especie de donuts flotantes, alrededor de un botella de Kleim que hacía de mesa. Claro que nadie podía verlos. Estaban bien escondidos y llegar hasta ellos hubiera sido un esfuerzo innecesario… teniendo en cuenta que, de todas maneras, te lo voy a contar.

El señor rosa es calvo, pelirrojo, pijo (como indica su jersey – rosa, claro - del cocodrilo) y fuma un Malboro largo, dejando escapar el humo como un auténtico profesional. Mezcla la baraja, a una mano, sin perder en ningún momento su media sonrisa irónica, ni siquiera cuándo deja el cigarro apoyado en su comisura para repartir. Una, dos, tres, cuatro, cinco.

El señor rojo es agua que fluye. Su sonrisa (y el resto de cuerpo) de buda hace indicar que el mundo es maravilloso, independientemente de todo lo demás. Mira sus cartas con ojos indiferentes mientras da una calada a un purito avainillado.

El señor negro tiene los naipes con el anverso girado, lo que hace suponer que los estaría mirando al revés… si no fuera por que está más interesado en algo que parece suceder a la esquina… hacía lo que lanza el humo de Ducados.

El señor gris sonríe, extrañamente, mientras mira con ojos incrédulos la mano que le ha tocado y se abanica para evitar todo el puñetero humo. A él le toca hablar.

- Servido.
- ¿Volvemos a repartir?
- Tres.
- Dos.

De vuelta con el rubio en el labio, el señor rosa reparte las descartadas: ninguna a gris y negro, tres a rojo, dos a él.

- Voy.
- ¿Dónde?
- Voy.
- Voy.

- ¿Estas por el juego?
- ¿Eh?
- Mira… mejor terminas de arreglar el, ejem, problema. Parece que esa esquina está interesante. ¿Ok?

El señor negro parece feliz de dejar la partida y se marcha de la habitación hasta… ves a saber.

- Voy con un acueducto.
- Paso.
- Lo veo y subo a no vas a tener vacaciones en navidad.
- Lo veo y subo a turno de la mañana.
- Paso.
- Lo veo y subo a turno doble.
- Voy.
- Voy.

El señor negro vuelve con un bocadillo para pemitir que la paleta de colores descanse. Se sienta en su sitio y, como si nada hubiera pasado, mira alternativamente a la esquina y a sus cartas.

- Repóquer de reinas.
- ¡Bah! Full de ases y reyes.

En un momento de lucidez, mientras deja en paz la puñetera esquina, el señor negro se gira al ver que se ha creado un intenso silencio

-Cof, cof.

Que rompe el señor gris, harto de tanto humo.

- Que... la proxima, si eso, para dar ambiente lanzamos una granada de humo, oye.

Una extraña sensación nace en el señor negro. Algo se mueve en su mente y mira al señor gris, que sonrie. El señor negro mira las cartas y repite en su mente (repóquer de reinas, full de ases y reyes... repóquer de reinas, full de ases y reyes... repóquer de reinas, full...)

- Repóquer de comodines.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es como la vida misma depende de las cartas que te toquen jugar, consiste en como las juegues... y tirarte algún farol cuando conviene. ¿Qué ocurre en la esquina? Jajaja que curiosa.

Un gran saludo.