G de Guggenheim
¿De verdad quieres toda la historia? ... ¿Desde el principio?
Conocí a Marta en Taizé, Francia.
Durante dos años, Marina y yo habíamos hablado mucho, sobretodo unidos por Perú. Ella siempre me insistía en que debía ir a Taizé y, la verdad, yo no tenía puñeteras ganas. Una semana de verano de hace, creo, seis años definitivamente decidí usar mis vacaciones para conocer el lugar mágico de Marina.
Por aquel tiempo yo había acabado mi relación más larga hasta entonces (que luego fue superada) y había dejado atrás los partidos homenaje. Durante el (largo) viaje, Marina aprovechó para intentar reventarme (siempre desde el cariño, la amistad y sin perder de vista el horizonte) toda sorpresa habida y por haber. Aquella vez, por suerte, no hice ni caso (no hacer caso a alguien que te aconseja para tu bien sólo funciona cuando lo hace) y, de echo, contradije todas, absolutamente todas, las indicaciones que me dio.
Tras explicarme el funcionamiento básico, lo primero que me dijo es que jamás me hiciera contact person. Llegamos y ella se fue con su grupo de conocidos sudamericanos. Yo no los conocía y ellos ya habían compartido todo lo amistosamente compartible y más. Estaba fuera de juego, así que me fui a la bienvenida. Y cuando pidieron contact person explicaron que buscaban a gente con facilidad de idiomas (decir lenguas es provocar), rubios, simpáticos, con ojos azules, con empatía, que estarían obligados a no saltarse el ritmo taiziano y que quisieran dormir una media de una hora menos que los demás para asistir a las reuniones de preparación. Como no cumplía ninguno de los requisitos me ofrecí y fui aceptado (todos querían ser go to bed, que era la otra manera de irse a dormir a la hora que te diera la gana).
Los italianos, los franceses, los portugueses, los españoles y algún despistado nos dividimos en grupos. Yo sólo conocía a Marina, que tampoco buscaba lo mismo que yo (básicamente: yo no buscaba nada). Con el papel del número de mi grupo como bandera se me acercaron un subgrupo de italianos, unos portugueses y Marta, de Bilbao. Más tarde supe que su intención era ir con un grupo totalmente desconocido (para ella tampoco era su primera vez, pero ella quería librase de los españolitos).
Explicar ahora todo lo que pasó en una semana sería alargarlo demasiado. Si eso, me lo guardo para otro momento. Para resumir diría que fue una semana mágica para mí. No se repitió la segunda vez que fui, aquella vez sí, con mi pareja más duradera.
Marta y yo nos hicimos grandes amigos y me invitó a Aste Nagusia, que se hacía justamente tres días después. Aquella vez, en tres días y dos noches, conocí todo Bilbao, toda su fiesta, tres cuadrillas, reí, baile, canté y me sentí como en casa. Aunque lo hubiera deseado, no me quedé más, cosa de la que me alegré, ya que, la semana siguiente, conocí a la que fue mi pareja… la misma que años después llevé de ruta al norte y a Francia.
El museo fuera de Cataluña que más he visitado ha sido el Guggenheim, de Bilbao. Llegó un momento en que Alfonso, el novio de Marta, me ofreció sacarme el carnet de amigo de Puppy.
Me gusta el norte. Tengo la suerte de haber disfrutado de todas la comunidades autónomas de la Península (efectivamente, no he pisado las islas) y, mapa en mano (sí, lo reconozco, no me sé todas las provincias), sólo me queda por visitar Palencia, Cáceres, Huelva, Córdoba y Almería.
Más tarde me uní, más si cabe, a Bilbao siguiendo mi gran clásico: tener novias con las que me separe cada vez más distancia. Marta y yo comenzamos entonces a comparar valencianos en los chinos.
Me gusta el norte, por su magia, sus brujas, sus mujeres, su humor y su capacidad de acogida. Me fastidia el norte por ser el lugar en que con más parejas he roto... además, de manera similar. Me gusta su verde, su mar-montaña, su comida, sus pinchos. Me encantan las dos últimas rutas que hice.
El norte formalizó mi placer por las leyendas populares. Y ahora, años después, la vida me ha llevado a rebautizar a un amigo bajo el nombre de Iditxa. Y hoy cumple años.
Así, pues… feliz cumpleaños, amigo Iditxa.
Aunque no sepas que puñetas pintas en este post.
Y… como dirían Lorz o Zarajota: sin más ni menos… la historia es así.
Eso sí… si me ves la cara cuando la cuento, gana más.