¿Quién Quien sueña conmigo contigo?

O los sueños, sueños son... o sueño de varias noches de primavera... o I have i dream o al fin y al cabo, sólo es un sueño o...

Dale al play, please.

Estamos en la playa.

El sol se despide con los últimos rayos, con fuerza y enviando todo su calor, en un intento de demostrar que la noche... no le va a vencer.

No estamos solos, a tu alrededor pulula un indefinido grupo de personas que te ríen las gracias, te pelotean… tú estás en tu salsa, dominas, controlas…

Yo estoy sin estar, en mi pequeña burbuja de cristal que me sitúa tan cerca y tan lejos… De tanto en tanto alguien se acerca, tú también (me preguntas, me intentas integrar)… pero yo sólo evado y sigo mirando, de vez en cuando, el sol.


Y de pronto, pasados unos minutos, estás en casa, abres con tus llaves (parece que es de los dos), yo sigo en el mismo sitio, en el sofá, junto al teléfono (hay un gran ventanal, desde donde se divisa una torre), leyendo un libro, me extraña que vengas y te pregunto... ¿se te ha olvidado algo?...

Noto que me observas, que mientras sigues en tu raro liderazgo me vas lanzado guiños…

Entonces decides ir a la guerra. Todos te apoyan, te aclaman, te vitorean, te alaban… todos se arman… entonces me dices, como siempre, esa frase que me has dicho desde el principio, insistentemente, desde que nos conocimos de pequeñitos.

- Ven.


Pero niego con la cabeza. No. No iré, no. No te haré caso. Me miras, concentras todo el poder de tu mirada. En un momento sólo somos tú y yo... sólo tú y yo... no hay playa, ni sol, ni gente, ni tiempo y tu voz se torna el más precioso de los susurros.

- Ven.

Me saludas e insistes en que puedo ir, yo te digo que no, que estarás mejor sin mí (no te querría estorbar y menos dañarnos), vuelves a indicarme que te acompañe, al observar que no, te vas cerrando la puerta, con un pequeño portazo. No voy… Tú me conoces, mejor que nadie, sabes que es inútil discutir, sabes que no voy a acompañarte, no esta vez.

Y te vas.

Más tarde algo ocurre, oscurece muy deprisa, el cielo parece enfadado... se torna rojo, miro la hora.

Me quedo en la playa. El sol se ahoga en el agua y se muere mientras su amada luna le busca por el cielo. Entonces llega el frío, la soledad, el tiempo se alarga.

Viene algo a lo lejos, se acerca.

El animal me fascina, siento que quiere que le siga. Lo hago.


Segundos más tarde, estoy en un coche de lujo, no se como he llegado. Quien me acompaña (A) me está comunicando, al parecer, todo el amor que siente por mí.

Bajamos unas escaleras enormes de mármol, intenta acercarse para depositar un beso en mi cuello, pero yo esquivo, me habla del apartamento, dónde al parecer nos dirigimos. Realmente no le escucho.

No quiero que las escaleras terminen nunca. El tiempo se para.

No consigo, como otras veces, ubicarte.

De pronto siento pánico, subo las escaleras de tres en tres, corriendo, quiero encontrar la salida, los pasillos, derecha, izquierda…., parece un laberinto, consigo dar con la puerta de entrada, tropiezo al salir... me levanto como si hubiese rebotado, oigo a lo lejos: ¡no huyas, te encontraré!.

Salgo al exterior, no reconozco nada, hay una calle larga.

Al tiempo aparece un dragón, me pide que le siga. Pero no lo hago. El dragón me convence con un hálito de fuego. Es tan intensa su llama, que me podría haber desintegrado. Sin embargo, no lo hace. Es sólo un aviso, como indicándome mi destino.

Me indica el camino, deja la distancia suficiente para que su respiración no me dañe.


Sigo a paso rápido, giro la esquina, a toda prisa y blofff!, choco con alguien, voy a caer al suelo de nuevo, debido al impacto. Me ayuda, me da sus brazos, consigue cogerme, me atrae hacia su cuerpo, vuelvo a tener equilibrio. Estoy en una plaza, hay farolas.

Entonces entro en su guarida. El dragón se para. Y te veo a tí, con un bebe dragón en brazos. Tu cara demacrada, cansada, sucia, preocupada… me entrevés y un pequeño cambio, tu sonrisa aflora, a medida que acorto la distancia, te acercas a mí y me abrazas.

Miro, torpemente, con prisas, para darle las gracias y pedirle disculpas, pero permanezco ahí. Sé quién eres (B). Se unen los dos cuerpos, bálsamo divino, en uno solo, como siempre lo hacen cuando están juntos; haces preguntas con la mirada, pero continuamos en ese silencio tan familiar.

De repente... tus ojos no sonríen, como otras veces, están congelados, glaciales, con una serenidad... que dan miedo... miedo... pero…. esa mirada no va dirigida a mí... Me traspasa.

Tengo la sensación de que A y B se conocen, sin presentaciones.

En su mirada (A) hay fuego, rabia, ironía… En la de contraria (B) templanza, hielo, orgullo, tensión contenida, es duelo de miradas.

A me dice algo, pero su voz no la escucho, solo observo sus movimientos en la boca, tampoco parece interesarme lo que dice. B, sin embargo, no me dice nada, sólo dirige mi silueta, detrás de la suya, sin darse de baja en ese duelo.

A lo lejos se oyen voces, pero… no hacen caso.

No quiero estar allí, no se lo que hacen, ni yo. Quiero volver a casa, a mi sofá. Pero están haciendo algo, mas importante, que yo no comprendo.

Hago el intento de salir de allí, pero mis pies no quieren andar y aún así, sin menearlos, alguien me comenta sin hablar, ya basta de escapar.

El pequeño bebé dragón, juguetea contigo llamando tu atención, el dragón se queda inmóvil, nos observa, él sí sabe todas las respuestas. Sólo trasmite: no tenéis miedo a lo que cualquiera hubiese temido y, sin embargo…

¡Qué extraños sois los humanos! Y…

Yo intento decirle que no entiendo nada…. ¿qué significa todo eso?… Pero.

¡Ahí sonó el despertador!