La bici
No recuerdo muchas cosas de mi infancia y, normalmente, rememoro más situaciones por lo que me explican de ellas que por mi recuerdo vívido. Pero, hace unos días, me encantó ver como guardo varios videos, claramente nítidos. Quizás a ti también te pase... hay recuerdos que son transversales (y otros son paralelos).
---- (aquí, pon un flash-back) ---
A la derecha unas escaleras que llevan a un distribuidor (podríamos decir) y a la entrada, a la izquierda unos pocos peldaños separan el pequeño rectángulo de arena de la gran plaza de la casa del sol y de la otra entrada. Una gran palmera marca el destino. Bajando desde el distribuidor la más larga escalera que lleva al laberinto, dónde jugaba a buscaros, y a una de las tres fuentes.
Nada de bicis con cuatro ruedas, nada de bicis pequeñas. Mi montura es un Orbea amarilla que nos tocó hace unos años, la única vez que mi madre ha jugado a una tómbola. Hierro puro, nada de materiales ligeros. Llego a los pedales, pese al sillín super bajado, de casualidad y, obviamente, sólo puedo apoyar, cuando estoy parado, uno de los pies en el suelo formando un peligroso y extremo ángulo con el suelo.
Recuerdo a mi hermano con mi madre, ella sentada en el pollete que aguantaba la rejas que rodean el parque y él danzando. Mi padre ejerciendo de padre de ceremonias, nunca mejor dicho.
Unas pequeñas palabras sobre el equilibrio palabras que, aún hoy en día, están en mi memoria y se aplican en mi vida.
Unas nociones sobre fuerza (debes hacer la suficiente) y física aplicada, mejores que un doctorado en cuántica.
Me agarra desde detrás del sillín. Mira al frente. No mires al suelo. Pedaleo sin ritmo. Uno, dos, uno, dos... Volvemos a repetir. Me giro. Mira al frente. Mi hermano corre hacia mí, mi madre lo frena y se pone a jugar con él en la arena. Segundo intento. Tercer intento. Mi ritmo se va adecuando. Sexto intento. Mira al frente. No pares de pedalear, no pares de pedalear. Me suelta pero no lo noto, estoy concentrado. No te gires. La voz llega de lejos y... me giro. Y me pego una ostia del copón.
Nada de bicis con cuatro ruedas, nada de bicis pequeñas. Mi montura es un Orbea amarilla que nos tocó hace unos años, la única vez que mi madre ha jugado a una tómbola. Hierro puro, nada de materiales ligeros. Llego a los pedales, pese al sillín super bajado, de casualidad y, obviamente, sólo puedo apoyar, cuando estoy parado, uno de los pies en el suelo formando un peligroso y extremo ángulo con el suelo.
Recuerdo a mi hermano con mi madre, ella sentada en el pollete que aguantaba la rejas que rodean el parque y él danzando. Mi padre ejerciendo de padre de ceremonias, nunca mejor dicho.
Unas pequeñas palabras sobre el equilibrio palabras que, aún hoy en día, están en mi memoria y se aplican en mi vida.
Unas nociones sobre fuerza (debes hacer la suficiente) y física aplicada, mejores que un doctorado en cuántica.
Me agarra desde detrás del sillín. Mira al frente. No mires al suelo. Pedaleo sin ritmo. Uno, dos, uno, dos... Volvemos a repetir. Me giro. Mira al frente. Mi hermano corre hacia mí, mi madre lo frena y se pone a jugar con él en la arena. Segundo intento. Tercer intento. Mi ritmo se va adecuando. Sexto intento. Mira al frente. No pares de pedalear, no pares de pedalear. Me suelta pero no lo noto, estoy concentrado. No te gires. La voz llega de lejos y... me giro. Y me pego una ostia del copón.
Mi padre está a unos metros de mi. A mi madre la veo de lejos. preocupada... entonces...
- ¿Te has hecho, daño?
- ...
- Pues ánimo, volvemos a intertarlo.
- ¿Pero me vas a volver a soltar?
- ...
---- (aquí, pon un fin de flash-back) ---
Claro que, algún pedagogo, quizás un psicólogo o…. que se yo… podría decir que aquel día se rompieron los vínculos, dejé de ver a mis padres como unos ídolos y demás. Pero, francamente, para mi no fue para nada eso.
7 comentarios:
A veces, nos sueltan. Porque deben hacerlo. Porque es lo mejor. Y otras veces, parece que nos han soltado. Pero no. Los lazos siguen tan fuertes como siempre, solo que ahora, son invisibles.
Lejos, pero nunca separados.
Libres, pero nunca solos.
BESOS.
Esa sensación no se olvida en la vida.
¿Y lo volviste a intentar aquel mismo día?
Aunque está claro que aprendiste a ir en bici.
En el fondo, ojalá todas las hostias que se da uno en la vida fueran así.
Besos, Tako.
Almost-Evil
Me encanta ese hilo invisible (quizás a veces lo único malo es, precisamente, que sea invisible) que me deja estar lejos sin separarme y libre si estar sólo.
Un gran beso.
Candela
Nunca, hay sensaciones que quedan grabadas. Algunas, por desgracia, para mal.
Besos!
Ducshgel
Aprendí a ir en bici ese mismo día Dusch... y mi tercera torta ya fue por velocidad inadecuada.
Y... ojalá todas las ostias fueran así, ojalá.
Besos!
Querido Sr. Tako:
Me ha recordado algo muy parecido y ha hecho que sonría con muchoo cariño.
“Hay recuerdos que son transversales (y otros son paralelos)”…
“Mira al frente. No pares de pedalear, no pares de pedalear”…
-¡Lo volvemos a intentar! Y se esfuerzan, porque lo consigamos ¡y lo logramos!, con algún que otro arañazo, ellos cansados, pero satisfechos.
Son recuerdos que perduran para siempre.
Y el consejo -¡Guarda el equilibrio!-, es valioso a lo largo de nuestra vida.
Y sí, creo que hay sentimientos y sensaciones buenas,que pueden perdurar.(Pero claro, todo depende...)
!Y que todos los golpes fueran como esos!, me apunto.
Un gran abrazo.
Pues sí, esas son las pequeñas hostias, en el fondo inocuas, que nos preparan para las muchas y mucho más duras que vendrán después.
Y si nuestros padre no nos incitaran, con todo el cariño, a pasar por ellas, flaco favor nos estarían haciendo.
Un beso
Sueños
Me alegro que las frases le den tanta fuerza como a mí. Y, sí, hay que hacer un liga pro-golpes de ese estilo.
Besos!
Antígona
En eso tengo suerte...
Besos!
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