viernes, 20 de octubre de 2006

Nubi

- Cuéntame un cuento.
- ¿Cómo lo quieres?
- Cuéntame un cuento que no le hayas contado a nadie.


Isabel Allende, Cuentos de Eva Luna


Nubi no era una nube normal. Nubi tenía ilusiones, pretensiones, deseos… quería vivir.

Lo primero que probó fue imitar a sus compañeros. Se paseaba por el cielo lenta y tranquilamente, engordando a base de vapor. Cuando una nube de su interés se acercaba Nubi, con suerte, provocaba un chaparrón entre los dos. Pero eso no le llenaba (era repetitivo, sin amor) y fue por eso que Nubi se dedicó a la escultura. Como en el cielo no tienes nada a mano (de hecho siendo nube no tienes ni manos), se esculpía a si mismo. ¡¡Eso si que era divertido!! Podía, por ejemplo, engordar hasta el infinito y estirarse para ser un dragón. Lo malo ocurrió cuando, después de mucho tiempo transformándose en perro, escuchó a un humano decir: “pues no se, a mi parece un mapache”… eso le enfadó al máximo y se fue al mar dónde se dedicaba a crear tormentas perfectas para castigar a aquellos que no reconocían sus esculturas. Pero poco a poco se fue arrepintiendo y varias muertes de piratas cojos hicieron que Nubi se retirara a un convento donde no dejó de llorar, casi hasta morir (los monjes tuvieron sus mejores tomates gracias al chirimiri y llegaron, por ello, a ser famosos en la industria del porno pero eso…. es otra historia y debe ser contada en otra ocasión). Entonces llamó a una amiga que le metió en publicidad: anunciaban una empresa de vuelos. Tenía fama, tenía dinero pero encontraba absurdo que una nube lenta, por mucho que volara y por muy bonita que fuera, fuera la imagen de una empresa de aviones.

Hasta que al final un día Nubi se metió en la mente de una persona. Entonces si que vivió los recuerdos de su mente… pero por desgracia Nubi era tan egoísta que no paraba dejando al pobre infeliz para el arrastre. Así, aún hoy, Nubi entra en la gente para vivir sus experiencias. Por eso si ves a alguien espeso, con dolor de cabeza, que tiene el día rojo… acércate y dile: “Nubi déjalo tranquilo y vete a molestar a otro”. Y dale recuerdos míos a Nubi. A él y a su madre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un cuento entrañable y muy original. Me ha hecho reír. Puede que lo ponga en práctica.